"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

martes, 17 de abril de 2018

EL GRAN LIBRO DE LA HISTORIA DE LAS COSAS. Autor: PANCRACIO CELDRÁN GOMARIZ.








¿Sabía usted que los hombres prehistóricos ya tenían peines, o que los egipcios estaban tan preocupados por la alopecia que usaban pelucas, o que los asirios inventaron el tinte de pelo hace más de tres mil años?

Todas las cosas, por pequeñas que sean, tienen una historia. A veces, incluso una gran historia. Tragedias, dramas y comedias se esconden en el origen de los objetos a los que la cotidianeidad ha sumido en el anonimato. 

Pancracio Celdrán Gomariz les dedicó unos cuantos años, recuperando y difundiéndolos por la radio en aquel programa de Radio Nacional: "No es un día cualquiera". Y, después los reunió en este su gran libro, gracias al cual los lectores nos íbamos informando sobre las peripecias que han dado origen a los botones, el taburete, el ataúd, las cerillas, el desodorante, la plancha, el estropajo o el ascensor. Gracias a esta Historia de las cosas, indagamos quiénes fueron los inventores de las patatas fritas, la tortilla, el chicle, la margarina, las salchichas, el croissant, las hamburguesas, el turrón o los helados. Y, además, nos sorprenderemos con el ingenio que pegeñó la cremallera, la bragueta, el imperdible o la dentadura postiza. Y sonreiremos al leer los orígenes del papel higiénico, el orinal, la taza de váter, la lavativa o el corsé.

El calzado tuvo uso militar primordialmente. Los soldados asirios iban a la guerra con sandalias de cuero y botas de caña que ataban a la pierna con bramante reforzado con láminas de metal. Los persas utilizaban calzado de fieltro hace más de dos mil quinientos años. Los grandes expertos zapateros de la Antigüedad fueron los hititas. Fue este pueblo de Anatolia quien inventó la bota con suela de cuero claveteada con gruesas tachuelas de hierro para facilitar el agarre y garantizar la durabilidad. En Grecia se andaba descalzo por la casa, e incluso por la calle. Teofrasto, en sus Caracteres, obra del siglo III  a.C., menciona a un individuo que para ahorrar sólo utilizaba sus sandalias por la tarde.  Homero describe a los héroes que participaron en la guerra de Troya, luciendo vistosas sandalias. Y Pausanias recordaba a los griegos que sólo a los dioses les estaba permitido calzar sandalias doradas. El zapato era prenda de uso apreciado, tanto que había quien juraba por los suyos, por sus zapatos, juramento corriente en el siglo XII, espresado así: "iurar pa las capatas mías".

Y no fue ésa la única manifestación revolucionaria del calzado. El término  "sabotaje"  procede del nombre del calzado campesino de finales de la Edad Media, una especie de zueco llamado  "sabot". Calzados con ellos, los campesinos pisoteaban las cosechas para protestar contra sus señores feudales en la Francia de principios del XVI. Y dice una vieja copla:


                                                 El zapato que te calzas
                                                 en ese pulido pie,
                                                 quien fuera zapaterillo
                                                 para pulizarlo bien.



                          César R. Docampo.
                                              

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